28 de febrero de 2023
“Pareces vieja, lloras como niñita, es juego de hombres, no son muñequitas, los hombres no lloran…”. Son algunas expresiones de la educación machista, heredada por generaciones. Las reproducimos y marcamos diferencias: lo femenino como si fuera un insulto; subordinamos a las mujeres y fomentamos la violencia contra ellas.
Entender el problema de la violencia de género implica adentrarnos en factores culturales, históricos, sociales y contextuales que favorecen este tipo de violencia; sin embargo, vamos a hacer referencia a la educación en el seno familiar, productor de ideologías de género.
La construcción de una cultura machista en los varones comienza desde antes de nacer; se elige el color de su ropa: azul para niños, rosa para niñas, el primer rasgo que los diferenciará. Además, se determinarán roles y estereotipos esperados para cada uno. Luego seguimos con la elección de nombre, el tipo de ropa, etc.
Los niños aprenden sobre roles y género, no solo con lo que se les dice, también con lo que ven en casa, de ahí la importancia de educar con congruencia: “no puedo decirle a mi hijo que ayude a levantar la mesa o lavar ropa que él mismo ensució, si yo mismo le delego esa responsabilidad a mi esposa, porque creo que eso le toca, pues yo trabajo y vengo cansado, pensando que la labor doméstica no es propiamente un trabajo por no ser remunerado”.
Hay mucho trabajo por hacer en casa, para contribuir en ese camino de erradicar la violencia contra las mujeres. Cada vida, cada contexto, cada situación familiar es distinta. Seamos conscientes de lo que les enseñamos a niños y niñas, sin segregarlos con tantas diferencias marcadas, dejemos que vivan su niñez, que sean lo que quieran ser, mientras eso les haga felices. La educación basada en límites es necesaria para favorecer su sano desarrollo y formación en valores; alejémoslos de esa cultura patriarcal y machista.
Autor: Gustavo Felipe Ramírez Pérez. Ced. Profesional: 9215107